sábado, 12 de julio de 2008



Juan Ramón Jiménez afirma que escribir poesía es, en primer lugar, una forma de trabajar en la construcción del yo o en la formación de la conciencia:
La escritura es una reconstrucción del mundo, una interpretación de la realidad que, al mismo tiempo que la recrea, recrea al poeta.
Quiero... suplir con belleza las fealdades o darles melodía simplemente; hacerme, en suma, yo mismo, otra vez, desde lo primero, y a mi gusto. Porque esto es el arte, gusto, deleite, encanto; echarse a conciencia y heroicamente, a un tiempo, en la tabla del mundo y jirar con él, a su música infinita, por los eternos espacios.
Juan Ramón Jiménez

La literatura es, por lo tanto,
1.- Recreación de la realidad
2.- Recreación del yo
3.- Por medio de la palabra

1.- Recreación de la realidad
La Literatura es una visión, una interpretación y una reconstrucción -recreación- de la realidad. La Poesía, como todos sabemos, es la forma suprema de expresión humana y el instrumento más potente de creación estética; su función principal consiste en transformar el mundo descubriendo el valor profundo, la nobleza íntima y la belleza esencial de cada cosa.
El Poeta -con mayúsculas-
- es el ser privilegiado, profeta e iluminado, que dota de sentido a los objetos y que extrae significados de los movimientos;
- es el vidente que proporciona existencia a las ideas, vida a las imágenes, alma a los cuerpos y espíritu a la materia.
La Poesía -fuente de la que brotan y cumbre en la que convergen las diferentes artes- es la facultad omnipotente de transformar las palabras en música, en escultura, en arquitectura y en pintura[1].

Recreación del yo
El profesor Javier Blasco reproduce unas notas inéditas el poeta de Moguer:

“En 1916, enero, en el traqueteante tren, camino de Cádiz para embarcarme a América, empecé a escribir unas notas en verso libre que yo consideré provisionales en el primer momento… Al llegara Cádiz, y ponerlas en limpio en el reposado cuarto del Hotel Francia, comprendí que era el germen de un nuevo yo poético…”

Los poemas de la primera época de Juan Ramón nos conducen a la representación del mundo que late en el interior de su conciencia.

Sólo al enfrentarse con el mundo, el yo adquiere conciencia clara y distinta de su radical mismiedad, porque, en última instancia, la apertura inquisitiva del mundo y la construcción del yo son una sola y misma aventura. Vivir -escribir- es crecer, ensancharse, ahondar en uno mismo[2]

Por medio de la palabra
¿Qué senda tomamos para emprender esa aventura?

La de los nombres[3].
Lo tratan, de una manera especial, Jorge Guillén, Pedro Salinas y Vicente Aleixandre[4].
Pedro Salinas se siente profundamente afectado por la tensión entre el decir y lo dicho que se presenta en su práctica poética como una aventura hacia lo absoluto, un absoluto enigmático, eufórico y trágico. Recuerden el poema aquel que empieza

“¿Tú sabes lo que eresde mí?¿Sabes tú el nombre? No esel que todos te llamanesa palabra usadaque se dicen las gentes,se besan o se quieren,porque ya se lo han dichootros que se besaron.
Nombrar la realidad implica una invención permanente de nuevas relaciones entre el yo y las cosas, y, por tanto, una redefinición y una recreación permanente del universo como sistema[5]:

Creemos los nombres.
Derivarán los hombres.
Luego derivarán las cosas.

En la actualidad, no podemos pensar sin imaginar, ni imaginar sin sentir, ni sentir sin hablar. Para eso nos sirve la poesía: para comprender las realidades misteriosas a partir de realidades cotidianas. La Vía Láctea nació cuando se escaparon unas gotas de leche del pecho de la diosa Juno. Las estrellas eran las salpicaduras de esa leche divina en el manto celeste. “Escribirnos no es más que recrearnos, crearnos una segunda vida… y dejarla en manos de otros”.
La realidad no se nos ofrece en plenitud hasta que no la desnudamos con nuestra mirada y con nuestra palabra. Entonces, y sólo entonces, se
“YO sólo Dios y padre y madre míos,
me estoy haciendo, día y noche, nuevo
y a mi gusto.
Seré más yo, porque me hago
conmigo mismo,
conmigo sólo,
hijo también y hermano, a un tiempo
que madre y padre y Dios.
Lo seré todo,
pues que mi alma es infinita;
y nunca moriré, pues que soy todo.
¡Qué gloria, qué deleiten, qué alegría,
qué olvido de las cosas,
en esta nueva voluntad,
en este hacerme yo a mí mismo eterno!
Juan Ramón Jiménez

eleva hasta su nombre”, convertida -en un acto creador- en conciencia, ese concepto central del en la última escritura de Juan Ramón.[1]
[2]
[3]El poder de los nombres inquietó a los poetas pero también a los profetas de la Biblia, a los filósofos de la Antigüedad, a Heráclito, a Platón, a los lingüistas modernos, a los lógicos, a los psicoanalistas y a los teóricos de la literatura. En la historia de la literatura española el problema de los nombres ya fue planteado por Cervantes a lo largo del Quijote y por Garcilaso. En la poesía moderna de lengua española son los poetas de la generación del 27 los que se ocupan del papel de los nombres en la poesía. La operación radical de la poesía es nombrar.
[4] Max Scheler (Munich, 22 de agosto de 1874 – Frankfurt am Main, 19 de mayo de 1928) Filósofo alemán, de gran importancia en el desarrollo de la filosofía de los valores, la sociología del saber sociolo y la antropología filosófica, además de ser un clásico dentro de la filosofía de la religión. De origen alemán, madre judía y padre protestante. Esencia y formas de la simpatía. Salamanca, 2005; Gramática de los sentimientos: lo emocional como fundamento de la ética. Editorial Crítica. Barcelona. 2003.
[5] Recordamos ahora el ensayo de Jorge Luis Borges, Historia de los ecos de un nombre, en el que formula la hipótesis de el nombre innombrable de Dios; el nombre que muchas tribus ocultan para que no sea sometido a operaciones mágicas (como lo demuestran estudios antropológicos); el nombre del Otro que soy y que me sueña. Estas hipótesis nos enfrentan con tres líneas: la religiosa, la mítica y la poética.“Larga tragedia” recalca el papel del poeta como “agonista” (Miguel de Unamuno), en esfuerzo constante por sobrepasarse (Max Scheler, Ortega y Gasset). Introduce, además, el importante subtema de la “salvación”, que es lo que la poesía llega a ser a fin de cuentas. Un poema es algo que quiere no pasar, una resistencia a pasar, que toda hechura de palabra. … Patética criatura del sentimiento agónico, entre todos los lenguajes, el lenguaje de la poesía” (Jorge Manrique, E I, 441)
Este sentimiento agónico abarca igualmente la angustia existencial –de aquí que los algunos críticos hayan señalado la lucha contra la nada, contra la finalidad como el tema central de esta poesía- y la pasión amorosa, confirmando, así, que para Salinas amar es igual a vivir y añadiendo otro subtema presente en toda su obra, la inevitabilidad del sufrimiento: Hay que vivirse en la memoria, aunque sea pena, porque la pena es, cuando ya lo demás cesó de ser, (Jorge Manrique, 442): conditio sine qua non del amor cortés que adquiere matices muy modernos en los versos salinianos[5].


jueves, 26 de junio de 2008

Goytisolo

Cuando empecé a escribir, basándome en mi experiencia de lector, en lo mucho que habían llegado a influir en mí determinadas obras, veía yo en la novela un instrumento de comprensión del mundo superior a la filosofía o la ciencia por su capacidad de referirse a la vez a lo abstracto y lo concreto, una especie de arma secreta superior incluso a los textos religiosos en la medida en que su vigencia se mantenía intacta con el transcurso del tiempo sin precisar el recurso de la fe como justificación última de las aparentes incongruencias propias de éstos. Y, en el terreno personal, la escritura se convertía en el instrumento liberador por excelencia, toda vez que su ejercicio significaba una profundización en el conocimiento de uno mismo no menos que en el del mundo, en el de ese yo, principal protagonista, a fin de cuentas, de conocimiento transformador. Es decir: un ejercicio de conocimiento equiparable al aseo personal o al ejercicio físico, de cumplimiento casi supersticioso, realizado a diario incluso en las circunstancias más adversas, tales como la mili o la cárcel.

Luis Goytisolo, 1992, Estatua con palomas, Ediciones Destino, Barcelona: 265


La novela
- un instrumento de comprensión del mundo
- en el terreno personal, la escritura se convertía en el instrumento liberador por excelencia
- una vía por la que penetramos en el interior de uno mismo y del mundo

domingo, 25 de mayo de 2008

Pregunta

La literatura nos pregunta sobre nosotros mismos, nos cuestiona nuestra forma de vivir e interpela nuestras categorías de valores. Nos hace dudar de nuestras convicciones. ¿Quién soy yo? ¿Quién es el otro? Nos distancia y nos acerca a nosotros mismos y a los demás.

¿SOY yo quien anda esta noche
por mi cuarto, o el mendigo
que rondaba mi jardín
al caer la tarde...? Miro
en torno y hallo que todo
es lo mismo y no es lo mismo...
¿La ventana estaba abierta?
¿Yo no me había dormido?
¿El jardín no estaba blanco
de luna...? El cielo era limpio
y azul... Y hay nubes y viento
y el jardín está sombrío...
Creo que mi barba era
negra... yo estaba vestido
de gris... y mi barba es blanca
y estoy enlutado... ¿Es mío
este andar? Tiene esta voz
que ahora suena en mí, los ritmos
de la voz que yo tenía?
¿Soy yo... ¿o soy el medigo?
que rondaba mi jardín
al caer la tarde...? Miro
en torno... Hay nubes y viento...
El jardín está sombrío...
Y voy y vengo... ¿Es que yo
no me había dormido?
Mi barba blanca... Y todo
es lo mismo y no es lo mismo...
Juan Ramón Jiménez, Jardines lejanos

sábado, 24 de mayo de 2008

Creación y recreación

La Literatura es una visión, una interpretación y una reconstrucción -recreación- de la realidad.

La Poesía, como todos sabemos, es la forma suprema de expresión humana y el instrumento más potente de creación estética; su función principal consiste en transformar el mundo descubriendo el valor profundo, la nobleza íntima y la belleza esencial de cada cosa.

El Poeta -con mayúsculas-

- es el ser privilegiado, profeta e iluminado, que dota de sentido a los objetos y que extrae significados de los movimientos;

- es el vidente que proporciona existencia a las ideas, vida a las imágenes, alma a los cuerpos y espíritu a la materia.

La Poesía -fuente de la que brotan y cumbre en la que convergen las diferentes artes- es la facultad omnipotente de transformar las palabras en música, en escultura, en arquitectura y en pintura.

Recordemos que la poesía nació unida a la música y la música al baile, que inicialmente poseía un carácter litúrgico y sagrado. No olvidemos que el verso es anterior a la prosa, y el canto anterior al verso y el baile anterior al canto.

Sí, el primer lenguaje fue el corporal y, tras él, el hombre usó el grito. Los sensualistas afirman -y repiten después los darwinistas- que el grito partió de aquel gruñido mediante el cual cierta estirpe de simios trataba de imitar los sonidos que la naturaleza producía: el gorgoteo del agua, el chasquido de los cuerpos y el fragor de las fieras.

Cada uno de aquellos gruñidos ahora se han transformado en una palabra dulce o profunda, de igual forma que algunos de los salvajes mordiscos del primer hombre han terminado siendo un beso.


Con el tiempo, la voz humana se ha enriquecido con infinitos matices y éstos se han adaptado a las variaciones posibles de los sueños, de las imágenes, de las sensaciones y de los sentimientos.

En la actualidad, no podemos pensar sin imaginar, ni imaginar sin sentir, ni sentir sin hablar. Para eso nos sirve la poesía: para comprender las realidades misteriosas a partir de realidades cotidianas. La Vía Láctea nació cuando se escaparon unas gotas de leche del pecho de la diosa Juno. Las estrellas eran las salpicaduras de esa leche divina en el manto celeste.

Literatura

La literatura nos sirve para acercarnos y para alejarnos de la realidad, para penetrar en nuestro interior y para contemplarnos desde fuera.

Nos hace -pensar y reflexionar,
-sentir y emocionarnos,
- disfrutar y sufrir,
-llorar y reír,
-y, en cierta medida, nos puede ayudar para que humanicemos nuestras relaciones,
-aunque a veces la usemos para deshumanizar la sociedad.

La literatura nos puede ayudar a defendernos
· de los ataques de la vulgaridad estética de la sociedad y de la brutalidad política de los poderosos,
· de la ordinariez ambiental y de la crueldad institucional.

El origen común y más hondo de los géneros literarios, nace en la necesidad que la vida humana siente de expresarse o, dicho de una manera más concreta, se origina en ese ansia honda que, a veces experimentamos, de dibujar unos seres que, parecidos o diferentes a nosotros, expresen nuestras recónditas aspiraciones.

Crear y recrear

La escritura crea la realidad y nos recrea a nosotros

Quiero... suplir con belleza las fealdades o darles melodía simplemente; hacerme, en suma, yo mismo, otra vez, desde lo primero, y a mi gusto. Porque esto es el arte, gusto, deleite, encanto; echarse aconciencia y heroicamente, a un tiempo, en la tabla del mundo y jirar con él, a su música infinita, por los eternos espacios.
Juan Ramón Jiménez

Crecer

Vivir -escribir- es crecer, ensancharse, ahondar en uno mismo

YO sólo Dios y padre y madre míos,
me estoy haciendo, día y noche, nuevo
y a mi gusto.
Seré más yo, porque me hago
conmigo mismo,
conmigo sólo,
hijo también y hermano, a un tiempo
que madre y padre y Dios.
Lo seré todo,
pues que mi alma es infinita;
y nunca moriré, pues que soy todo.
¡Qué gloria, qué deleitem, qué alegría,
qué olvido de las cosas,
em esta nueva voluntad,
en este hacerme yo a mí mismo eterno!
Juan Ramón Jiménez

La palabra literaria crea la realidad y nos la ofrece como don: la recrea y nos la regala

¡INTELIJENCIA, dame
el nombre exacto de las cosas!
...Que mi palabra sea
la cosa misma,
creada por mi alma nuevamente.
Que por mí vayan todos
los que no las conocen, a las cosas;
que por mí vayan todos
los que ya las olvidan, a las cosas;
que por mí vayan todos
los mismos que las aman, a las cosas...
¡Intelijencia, dame
el nombre exacto, y tuyo,
y suyo, y mío, de las cosas.
Juan Ramón Jiménez, Eternidades