viernes, 7 de diciembre de 2007

Literatura

La literatura es el cauce más adecuado para relatar la vida del alma humana y para representar los significados del mundo en el que vivimos: para explorar con palabras los latidos más hondos y más auténticos de nuestras experiencias.
Pero, para escribir literatura -para vivir la vida de esa manera tan intensa-, como afirma Antonio Muñoz Molina, hemos de mirar con la mirada del mirón, del testigo impasible, del observador morboso. Hemos de observar como lo hace el cirujano que abre nuestras carnes para extirpar las malformaciones, el relojero con su lente de aumento en el ojo guiñado, como el microbiólogo que se asoma al visor del microscopio para ver los cuerpos invisibles, como el forense, como el eremita que pasa mucho tiempo en su retiro sin hablar con nadie, y que, cuando vuelve temporalmente a su ciudad, descubre registra modificaciones que la mejoran o la depravan. Hemos de mirar con una mirada que taladre la frivolidad y detecte los signos reveladores de aquellos hechos que el interlocutor quiere esconder o no sabe que esconde detrás de sus palabras. Hemos de mirar, en resumen, como el miope que tiene necesidad de acercarse, y como el místico, que sólo ve cuando se aleja.
La materia prima de la literatura es la realidad inmediata contemplada desde el fondo de nuestra propia vida. La materia de la literatura es la vida humana.