sábado, 2 de junio de 2007

Experiencia vital

Concebimos, explicamos y aplicamos la literatura como un cauce que nos conduce a una experiencia de la vida más “vital”, más consciente, más intensa, más plena y más humana. Leer y escribir literatura es vivir, paladear, saborear, exprimir cada objeto y cada episodio.

La literatura es, sobre todo, una manera de mirar para descubrir la sustancia de los objetos, traspasar los límites sensibles a los sucesos, desnudar de disfraces y de caretas a las personas, penetrar en el fondo oculto de la mente, trascender las apariencias engañosas de los gestos, interpretar el significado de las palabras, apropiarse de las esencias de los objetos, crear y recrear paisajes, construir y reconstruir mundos.

Por eso, la calidad de la obra literaria depende, más que de la habilidad de la mano, de la agudeza de la mirada; más que de la finura del pincel, de la fuerza transformadora de las sensaciones y, más que de la agilidad de la pluma, de la capacidad creadora de la imaginación, de su poder incisivo para desentrañar los misterios de cada día.

No se oponen, por lo tanto, literatura y vida, ya que constituyen dos ámbitos mutuamente implicados e interdependientes: cada uno de ellos determina y explica la naturaleza y el significado del otro.

Los modelos literarios funcionan en la medida en que definen e interpretan, exteriorizan y objetivan los rasgos profundos más o menos conscientes de los lectores de una determinada sociedad y momento históricos.

Las obras literarias formulan de manera plástica los valores y los contravalores sociales, las aspiraciones y frustraciones de las diferentes comunidades y grupos. Pero debemos tener en cuenta que esos modelos literarios no se limitan a repetir miméticamente los grandes mitos inventados por la poesía sino que influyen, en cierta medida, en la configuración de la realidad social entera.
Afirmamos que la sociedad no sólo se encuentra impregnada por la creación cultural, sino que ella misma “es” creación cultural.

La visión de la Literatura es sintética y sincrética. Se considera como un proceso complejo, poliédrico y polivalente: como un lenguaje artístico, elaborado con los instrumentos que proporciona una lengua, dotado de un singular poder para llenar de significados múltiples a todos los seres de la naturaleza y a todos los elementos de la cultura; provisto de una extraordinaria capacidad para extraer los sentidos profundos de las acciones humanas y para crear modelos originales de mundos alternativos.

Parte de un doble supuesto:
a.- La Literatura es un producto lingüístico interpretable y valorable mediante los diferentes instrumentos teóricos y metodológicos que proporcionan las diferentes disciplinas lingüísticas -Fonética y Fonología, Morfología y Sintaxis, Lexicología y Semántica- en sus distintas orientaciones histórica, descriptiva y aplicada.
b.- La elaboración y la recepción de los textos son los resultados de unos procesos complejos en los que intervienen el autor y el lector; ambos procesos están determinados y son explicables por los múltiples factores de índole psicológica y sociológica, insertos todos ellos en un espacio histórico y cultural.
Apoyándose en Habermas, Apel y Ricoeur, concibe y aplica la hermenéutica como una opción que toma en serio al “contexto histórico” e, incluso, a la “ubicación social” y como alternativa tanto al fundacionalismo como al relativismo total. El análisis de la “ubicación social” insiste en la necesidad de prestar atención explícita a las cuestiones de sexo, raza y clase en toda interpretación literaria
[1].
Aunque se refiere tanto al “texto” como al “discurso”, pone especial énfasis en este segundo concepto para evitar en lo posible los presupuestos idealistas o puramente culturalistas de la categoría “texto”. El “discurso” exige siempre atención a las realidades explícitas o implícitas de poder en la emergencia de sentido y de conocimiento. El “discurso” significa no sólo, como afirma Benveniste, “que alguien dice algo a alguien”, sino que, además, pide la atención y la participación de ese alguien. Esta concepción hermenéutica se extiende más allá de los antiguos modelos psicoanalíticos y marxistas para llegar a una forma de análisis del discurso que se ocupe de las cuestiones del sexo, de la raza y de la clase.


[1]Véase Richard J. Bernstein, 1983, Beyond Objectivism and Relativism: Science, Hermeneutics and Praxis, Filadelfia, University of Pensylvania Press; Richard Hollinger (ed.) 1985, Hermeneutics and Praxis, Notre Dame, University of Notre Dame Press; Price R. Wachterhauser (ed.), 1986, Hermeneutics and Modern Philosophy, Albanym State University of New York Press.