jueves, 24 de mayo de 2007

Nuestra noción de "literatura"

Todos sabemos que escribir es plasmar, mediante signos gráficos, sonidos articulados que, enlazados de acuerdo con las normas de una determinada lengua, constituyen palabras, oraciones y frases, dotadas de significados y portadoras de mensajes. La escritura, efectivamente, es un soporte físico y visual de pensamientos, de sensaciones y de sentimientos. Gracias a la escritura podemos exteriorizar y contemplar, hasta cierto punto objetivado, lo más profundo de nuestras vivencias interiores.Aunque se suele repetir con ingenua seguridad que hemos de escribir como hablamos, nosotros opinamos que la escritura es una actividad lingüística diferenciada del lenguaje oral; es una tarea cuyo ejercicio exige el dominio de destrezas peculiares. Todos conocemos a eminentes hablantes que, a pesar de demostrar una notable habilidad en los discursos orales, evidencian una considerable torpeza en la elaboración de textos escritos: poseen buena voz y mala letra, pronuncian adecuadamente los sonidos pero cometen faltas de ortografía; construyen frases correctas cuando hablan y errores gramaticales cuando escriben; exhiben fluidez verbal cuando pronuncian conferencias y revelan pobreza léxica cuando redactan un artículo. Pero escribir es todo esto y mucho más: es, sobre todo, penetrar en el fondo oscuro del misterio de la propia conciencia, indagar el sentido de las aspiraciones humanas; identificar las cuestiones que inquietan a los lectores, despertar su interés vital acertar con los senderos que conducen a las capas profundas de sus entreveradas entrañas; conectar con sus sensibilidades; abrirles las puertas de su alma; inquietar y serenar los ánimos; preguntar y responder; plantear problemas y proponer soluciones; tocar el cuerpo material de las ideas y desvelar el espíritu de los objetos materiales. Escribir es pintar, esculpir y edificar; es, sobre todo, levantar puentes, trazar avenidas y abrir surcos por los que discurra la corriente fecunda de la vida.